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Esta sección de entrevistas, referentes sociales, dirigentes, asesores etc. del sector mutual y cooperativo, nos hacen llegar sus reflexiones y pensamientos, sobre la crisis  desatada por la pandemia.

Hoy nos ofrece su mirada Fabián Brown, General de Brigada (R); Licenciado en Historia; docente en la Universidad Nacional de Lanús; Presidente de la Federación de Mutuales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad; Vocal del Directorio del INAES.

Le pedimos que realice un diagnóstico de situación, de la realidad de país y el mundo en el marco de la crisis desata por la pandemia, sus causas y consecuencias:

Desde hace más de una década, el mundo se encuentra atravesando la crisis profunda de un modelo económico, cuyas bases se instalaron tras el fin de la Segunda Guerra con la creación del FMI y el Banco Mundial. Este sistema financiero se fue privatizando paulatinamente con un criterio centrado en el capital anónimo y especulativo que tuvo en el crédito, un instrumento fundamental de funcionamiento, a través de un endeudamiento que no garantizó ni la inversión ni el trabajo a futuro sino una fenomenal rentabilidad de carácter improductivo que acentuó la concentración de la riqueza, las desigualdades y el control de los recursos estratégicos de los países periféricos. A su vez, las nuevas tecnologías incorporadas a los procesos productivos y de servicios incrementaron la pérdida de fuentes de trabajo, y con ello la exclusión social y el deterioro del bienestar de la población.

Con el fin de la Guerra Fría, el capitalismo financiero adquirió carácter verdaderamente global, sin que ninguna alternativa se presentara como opción. Esta fue su culminación y, al mismo tiempo, el alcance de sus límites. La inestabilidad estructural del sistema manifestada en caídas abruptas y recurrentes, constituye una de sus características esenciales, cuyas consecuencias formalizan transferencias de ingresos y costos sociales cada vez mayores. La crisis financiera del 2008 significó un paro de tal magnitud que el sistema nunca logró recuperarse, evidenciando un estancamiento estructural que, para muchos analistas, es de carácter terminal por las limitaciones que imponen las tecnologías de la Inteligencia Artificial a su reproducción.

En nuestro país, las bases del modelo financiero se asentaron con el plan de Martínez de Hoz, durante la última dictadura militar. La Ley de Entidades Financieras fue el instrumento que posibilitó concentrar el crédito en la banca comercial. Posteriormente, la gestión de Domingo Cavallo, durante los períodos presidenciales de Carlos Menem y Fernando De la Rúa, hicieron la sintonía fina de un Estado que cedió toda capacidad de regulación, transfiriendo al sector privado transnacional recursos estratégicos energéticos y favoreciendo la desarticulación del sistema de transportes ferroviario y de la flota mercante cuyos efectos sobre la estructura productiva tuvo como consecuencia la pérdida de competitividad de regiones a causa de los grandes costos que implican el transporte automotor.

A su vez, la política impositiva sobre la producción y los ingresos favorecieron la concentración del sector financiero cuyas actividades especulativas e improductivas proporcionaron la mayor rentabilidad. Desde entonces, se perdió el crédito hipotecario y productivo, siendo una de las causas fundamentales de la dolorosa fragmentación social y territorial que actualmente padecemos.

En consecuencia, la pandemia no fue la causa de la actual crisis, sino que decantó una realidad preexistente. La Argentina entró en la pandemia en recesión y endeudada, con más de un tercio de la población en situación de pobreza, con regiones excluidas de los circuitos económicos y con una polarización política que divide a la sociedad en posiciones intolerantes, sin que las expresiones políticas de ninguna de las partes propongan una alternativa al modelo socioeconómico vigente.

Los distintos sectores de la sociedad a través de sus hechos, se han manifestado en esta crisis, a su entender cuál ha sido y es en este contexto, el rol que cumple el sector de la economía social y solidaria, constituido por mutuales y cooperativas.

Las asociaciones de base solidaria siempre constituyeron una solución a las necesidades de la comunidad. En la Argentina, los estudios más recientes demuestran que las entidades de la economía social y solidaria reúnen más de 28 millones asociados, lo cual constituye una lógica respuesta de la sociedad a un modelo económico social excluyente, basado en un individualismo extremo.

Como se ha expresado, la crisis económica es previa a la pandemia, y en los años precedentes, las entidades de la economía social profundizaron un proceso de acercamiento amplio con organizaciones de carácter solidario, no sólo entre mutuales y cooperativas, sino también a sindicatos y movimientos sociales.

Frente a la pandemia y la paralización de la económica, las solicitudes de creación de mutuales y cooperativas se triplicaron, demostrando que nuestra sociedad encuentra un camino en la economía social para satisfacer necesidades básicas de las personas y buscar soluciones comunitarias creativas. Así, nuestras entidades, en ocasiones asociadas a universidades, participaron en proyectos para la fabricación de respiradores, reactivos, sistemas informáticos de trazabilidad, sanitizantes, barbijos y otras necesidades emergentes de la prevención del Covid 19.

En cada pueblo y localidad, se participó en comedores y merenderos como también de las ayudas comunitarias que se demandaron, adquiriendo un rol significativo las mutuales y cooperativas dedicadas a la salud, las que conformaron una mesa técnica de diálogo, a fin de aunar esfuerzos. La constitución de mutuales y cooperativas de cuidados constituyen otra eficaz respuesta solidaria a la pandemia.

Con relación a la reactivación económica, las entidades de ayuda mutua organizaron fondos de financiación a cooperativas de producción y el sector puso a disposición del Estado más de 2.500 proyectos de construcción viviendas con tierras urbanizadas, para apuntalar la reactivación económica que complementada con la creación de cooperativas de trabajo, permitirán a absorber mano de obra hoy desocupada.

También cooperativas de producción de alimentos ofrecieron llegar a las localidades mediante convenios con los municipios para llegar al consumidor, acortando las cadenas de valor, con alimentos saludables y baratos. Estos emprendimientos permitieron la formación de consorcios entre cooperativas que pueden integrar proveedurías y municipios en una red solidaria alimentaria.

Cuál será el papel de la economía de la social y solidaria en la reconstrucción post-pandemia, de una sociedad que seguirá siendo igual? o será posible construir una sociedad más justa, inclusiva y solidaria?

La Argentina debe plantearse seriamente que, de profundizarse el modelo financiero vigente, los resultados serán los mismos que hemos sufrido en las últimas décadas. Como ha señalado nuestro recordado Mario Cafiero, la economía social y solidaria puede ser parte de un modelo social alternativo, que privilegie un desarrollo humano sustentable desde lo profundo de nuestro territorio.

Las bases de un nuevo modelo económico no será el resultado de una construcción intelectual ni ideológica, sino que debemos inferirlo en las estrategias de supervivencia que desarrolló nuestra sociedad. En ese modelo alternativo, la economía social y solidaria tendrá un rol fundamental, en principio porque se encuentra arraigada en nuestra cultura, porque es superadora del individualismo en beneficio del bien común, porque constituye un instrumento confiable de nuestra gente en la defensa de sus intereses fundamentales y porque construye un capital social que queda y desarrolla el territorio. El grado de asociativismo que demuestra nuestro país así lo evidencia.

La producción local debe ser la base de la construcción de un capital social anclado en el espacio donde se desarrolla una comunidad evitando las asimetrías que promueve la concentración económica. Tenemos muy buenos ejemplos de emprendimientos comunitarios exitosos que debemos apoyar, reproducir y visibilizar, a fin de ir generando núcleos de desarrollo humano cuya articulación integre un espacio productivo que genere trabajo, distribuya riqueza genuina e integre las distintas regiones de manera armónica.

Las innovaciones tecnológicas, como las plataformas, pueden ser incorporadas a la economía social a fin de dar un salto cualitativo en la forma de producir y distribuir bienes y servicios en el ámbito comunitario. La profesionalización de los Consejos Directivos y la permanente capacitación del personal son desafíos fundamentales para que el movimiento mutual y cooperativo alcance los estándares que se requieren para constituirse en actor protagónico de transformación necesaria para el fracaso del capitalismo financiero.

La pandemia nos demostró que el problema del otro es nuestro, la necesidad de cuidarnos entre nosotros y de cuidar al hábitat donde vivimos. En el mercado no está la respuesta a las cuestiones de la salud y de la preservación del medio ambiente.

Por ello, la Economía Social y Solidaria es parte de una respuesta integral que nos debemos como humanidad y como nación para construir un futuro que preserve la vida, el bienestar y los recursos para las generaciones venideras. Ese futuro será federal, comunitario, productivo, sustentable, diverso y basado en el trabajo digno de los hombres y mujeres en igualdad de oportunidades.

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